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La múcura del embajador

César Medina.
Sólo quienes no me conocen pueden creerme adocenado o plegado a un gobierno o a un partido –menos a un líder ocasional–, a cambio de una posición diplomática que cargo como múcura de agua –del hombro a la cabeza– y que a veces ni siquiera puedo con ella.
En más de diez años como embajador, tres destinos y dos presidentes que por lo menos han respetado mis humores y me han tratado con dignidad, la diplomacia para mí ha sido un escape que llegó en un momento de debilidad emocional ya superadoÖ
Y si he permanecido en el servicio más allá del tiempo imaginado inicialmente, ha sido precisamente porque me lo han pedido los dos presidentes a los que he servido –Leonel Fernández y Danilo Medina–, con quienes mantengo relación primaria de amistad desde hace muchos años sin que ello implique compromiso político o partidario.
Ninguno de los dos ha osado jamás interferir en mi condición de “opinólogo” en los medios porque a ambos los conocí siendo periodista y así los he tratado siempre, y si llegaran a hacerlo, ahí mismo les deposito la múcura y me libero de ese peso. ¡A fin de cuentas!

No la negocio
La libertad e independencia para decir lo que pienso, no la negocio por nada. Y cuando el gobierno considere que mi presencia en el servicio exterior le pueda causar algún trastorno, sólo tiene que hacerme una seña: le quitaría de inmediato el problema de encima.

Me queda suficiente lucidez mental y fortaleza física para reinsertarme en una de las pocas cosas que me salen bien: la sinceridad y la espontaneidad para decir estas mismas cosas en la televisión. Por fortuna mantengo intacta mi estructura de comunicación y sigo listo para la pelea.
Semejante condición, tal vez ventajosa, no me da derecho tampoco para no satisfacer plenamente las exigencias que me impone el cargo de embajadorÖ En estos diez años y pico he puesto empeño en cumplir plenamente ese compromiso, he estado a la altura de las circunstancias y mi desempeño ha sido satisfactorio.
En todo ese tiempo he representado dignamente el país y no me he beneficiado de los derechos más elementales que conceden las normas diplomáticas a un embajador.
ÖJamás he hecho uso –ni en Chile, ni en España ni ahora en Panamá–, de las ventajas que concede el servicio exterior para la adquisición de bienes y servicios libres de impuestos. Hasta licores para recepciones los adquiero en el mercado regulado.

Y seguiré siendo así
No hay modo de que pueda ser distinto. Leonel respetó esa condición innata en mi personalidad, y Danilo ha hecho lo propio y hasta me ha sugerido continuar con una independencia que no requiere estímulos.

En dos ocasiones le presenté mi renuncia a Leonel, una vez en Chile, casi recién llegado –cosa que hice en comunicación escrita que entregué al propio Presidente con copia a Danilo, entonces secretario de la Presidencia–, y la segunda estando en España ya cansado de las “vainas” ibéricas
A Danilo lo visité comenzando el gobierno para informarle mi renuncia y ante la negativa a aceptarla, él mismo me propuso el nombre de mi relevo. De testigo tengo a mi hijo Oscar.
He seguido porque él me lo ha pedido, jamás a cambio de mediatizarme.Todo esto para que nadie se equivoque conmigo.
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