Juancito Pérez Vidal, alias Tito, visita Aduanas.
“…Uds. nunca recuerdan, nosotros jamás olvidaremos”.
A pesar del paso de los años, esa frase del héroe vietnamita NGuYen -Van- Troi sigue teniendo una actualidad devastadora. Y es que la enfermedad de la desmemoria y el cinismo se expande cada día en el país, y lo que es peor, con agravamiento full en cada proceso electoral. Es duro tener que soportar que reconocidos corruptos de Premium Class (pero que uno no les llama así por falta de una sentencia judicial), expresen sus opiniones en los Medios, indignados por tal o cual supuesto acto de corrupción o falta de transparencia, y lo hagan sin inmutarse, sin vergüenza alguna, como si el Alzheimer le hubiese llegado antes de tiempo.
Silencio VS. cinismo
Uno de los grandes problemas de nuestra nación es el silencio de aquellos a quienes su trayectoria de vida les otorga autoridad y credibilidad para hablar, por un lado; y por otro, el discurso cínico y burlón de aquellos a quienes su pasado le sugiere callar, por recato o mínima decencia, pero callar. Ya le gustaría a uno escuchar cada día en un matutino diferente, o en un talkshow nocturno, las denuncias o planteamientos sobre la corrupción que pudieran ofrecernos, por ejemplo, un Don Virgilio Bello Rosa o Emmanuel Esquea, Ramón Ventura Camejo, César Pina o Bidó Medina, por decir. Bien nos caería a los dominicanos, una sección semanal en un programa de televisión de alcance nacional a cargo de don Negro Veras, que tiene tras de sí toda una vida de coraje “con un par” y honestidad a toda prueba, pruebas que incluyen la tentación de tener un amigo Presidente convidándolo a asesorarlo Palacio. Sería una sección transmitida con saludo presidencial, abrazo de la oposición, apoyo empresarial, y todo el cariño de la sociedad civil e incluso de la militar, y por supuestos los periodistas casi todos. Así sí. Pero no, resulta que no, que quienes más hablan, denuncian y vuelven a hablar aquí, son quienes deberían callar; oiga Usted, que uno estaba en el país -o desde los madriles seguía atento las cosas del patio- cuando usted vivió “sus quince minutos de fama”, su bonanza gubernamental, legislativa, municipal o empresarial, en fin, su marxista “acumulación originaria”.
Aduanas contra el Club de los Pendejos.
Tiene uno escrito por ahí, parafraseando al irreverente príncipe de Úbeda, que en el país no debería valer la pena ser ladrón, ni debería salir tan caro intentar ser honesto. El Estado Dominicano y sus agencias se han convertido en una maquinaria que aplica implacable y eficientemente cada ley/ artículo/ resolución o decreto, pero sólo al hombre de trabajo. Y tengo ejemplos: Como la Dirección General de Aduanas perdió en los tribunales el pleito contra el consumidor dominicano al que defendían las empresas de Courier en cuanto al NO pago de impuestos a las compras por esa vía, inferiores US$200 dólares, (esto amparado en el DR-CAFTA), entonces, como venganza y gadejo, los muy señores se inventaron el sumar todas las compras que le llegan a un ciudadano en un día a su cuenta, y si esa suma supera los $200 dólares hacerlo pagar el 38% del valor de la mercancía de impuestos. Esta acción ilegal de la DGA, se suma a una cadena interminable de abusos de agencias del Estado en contra del hombre decente y de trabajo, pacifico y pacifista, sin vocación terrorista demostrada, o sea, miembro del honorable Club de los Pendejos y no de las bandas terroristas del trasporte, por decir. Esta abuso costó varios miles de pesos a la pequeña empresa de mi contertulio en el colmadón El Bomba, Juancito Pérez Vidal, alias Tito, y es una muestra más de que en Dominicana, en este paraíso impune para una corrupción socialmente aceptada, nada tan difícil como ser honesto. Menos mal, que al mismo tiempo, ay, “nada sabe tan dulce como tu boca, (tan solo alguna cosa, que no se nombra)”, que escribió Víctor San José en los Madriles para que lo cantara como diosa Ana del Pilar, la Belén.
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Saludos a todos