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La violencia radica en el alma, no en las armas

La violencia es una manera de actuar, utilizando la fuerza en exceso para hacer algo. A mi juicio, se engendra como producto de acumular en el alma del individuo y de la sociedad, los mensajes negativos.
La mente se va enlodando, envenenando, llenándose de enojos, con las lecciones feas del entorno: injusticia, desigualdad, corrupción, impunidad, inseguridad, escasos parámetros ejemplares, poca valoración e incentivos a las buenas acciones. Ellos producen rabia que a veces se controla pero otras veces cualquier detalle la desborda. El impulso viene del YO interior.
En nuestro país la violencia esta institucionalizada. Envuelta en aires modernos, lujos, poder y palabras hermosas, coquetea, se desliza por los escenarios y hasta es aplaudida. La enseñanza es rápida. Aprendemos a ver unos pocos con derecho a los bienes y riquezas mientras la mayoría sin techo, vive en la miseria, algunos ganando cientos de miles de pesos mensuales y hasta millones, mientras la generalidad tiene “sueldos cebollas” que no alcanzan para comer o esta desempleada.
De ahí que, los peores asesinatos no son los casos aislados que vemos, son los colectivos. Las muertes lentas. Los que producen individuos quitando motivación a la vida honesta y laboriosa, derrochando los recursos, comprando conciencia con limosnas, los del “paga o pela”
Son esas burlas, irrespetos, demostración de fuerza, bofetadas, que los ambiciosos, prepotentes, le dan al pueblo, lo que indignan, irritan y deforman el alma de la gente. Esos antivalores son los generadores de violencia, los que encienden la chispa, aturden, bloquean las mentes y en un momento dado, mueven a la acción descontrolada, a que surja “el pique contenido”
Mas aun cuando son promovidos por los que se levantaron enarbolando la honestidad, transparencia, objetividad y bien común.
¿Cómo erradicar la violencia? No es cuestión de demagogia ni de regularizar el uso y tenencia de armas, es cuestión de educar, de sembrar valores positivos con el ejemplo, de establecer una estructura con criterios normativos, no personales.
Es pensar en el desarrollo armónico, lo que ayudaría a implantar una cultura de paz… Es comprender que la clave de la felicidad no es tener poder y dinero sino saber compartir con los demás.
Nuestros dirigentes deben detenerse a reevaluar lo que persiguen ¿Desean el bien común? Entonces, deben revisar el alma de la sociedad y con firmeza y coraje ¡limpiarla! erradicando lo que la deforma. Es la única forma de combatir la violencia y “desarmar la población”
Pidámosle a Dios que los ilumine y les conceda el valor necesario para hacerle una profilaxis social, que permita vivir en paz.
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