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LA JUSTICIA DE DIOS

POR RAMÓN SANCHEZ.

SANTO DOMINGO.-El joven Albero Concepción Buenrostro  fue un estudiante ejemplar, a pesar de la condiciones de pobreza en que vivían su familia, el siempre se preocupaba por obtener las mejores calificaciones.  El día de su graduación como licenciado en derecho recibió grandes elogios al pronunciar un discursos donde hacia énfasis que defendería a brazos partidos las mejores causas siempre que fueran en beneficio del pueblo.
Pocos meses después de su graduación empezó a trabajar en una prestigiosa oficina jurídica, Albero era versátil y astuto, en poco tiempo se ganó la confianza de su jefe inmediato. Un año mas tarde optaba por un cargo como abogado litigante en la Suprema Corte de justicia, aunque quedó por encima de muchos de los participantes no le dieron el puesto ya que consideron era muy joven para el cargo y sobretodo "no era miembro del partido de gobierno".
Debido a los comentarios, los diarios y la redes sociales se hicieron eco de la situación, lo que motivó a que un mes mas tardes el licenciado Concepcion Buenrostro fue nombrado como juez en un tribunal de una provincia del interior del país.
Por mucho tiempo el joven abogado se mantuvo apegado a las leyes del código penal, pero una tarde mientras se encontraba comiendo en un restaurante, un señor de aspecto elegante se le acercó, conversó algo con el, y al marcharse  le dejo su tarjeta de presentación; era el gobernador de la provincia. Dos días mas tardes el joven abogado le giraba una visita al funcionario gubernamental. Nadie supo lo que se habló en el despacho del gobernador.
A partir de entonces grandes casos le fueron asignado al profesional del derecho. expedientes de drogas, de lavado y otros similares pasaron por sus manos, cada caso iba acompañado de un fajo grande de billete, como por arte de magia los acusados eran puesto en libertad, de ahí en adelante Albero se volvió arrogante y despreciable por la forma de aplicar justicia.
Ante de llegar al puesto era un hombre humilde, ahora andaba en carro de lujo, y vivía en el sector mas privilegiado de la provincia. Los medios ya comentaban los cambios del magistrado y la manera como en pocos tiempo había amasado un gran fortuna.

Comentaban, que si alguien caía preso y era jugado en su corte, una de las cosas que el hacia era averiguar como vivía esa persona, si tenia dinero salia en libertad, por el contrario, este, aunque fuera inocente tenia que pulgar su pena en una cárcel del país. Los familiares gritaban a los cuatro vientos que el juez Buenrostro le pedía grande suma de dinero para soltar a su pariente.

Así pasó el tiempo, los verdaderos delincuentes andaban como Pedro por su casa con la seguridad de que si eran apresado el juez Concepción lo podría en libertad.
Muchos años en la corte hicieron de este magistrado un hombre indeseable, repudiado pero muy rico.
Un tarde mientras se encontraba en un juicio  fue avisado que en su residencia había ocurrido una tragedia, el hombre subió de prisa a su Mercedes, al llegar encontró al seguridad tirado en el piso con dos balazos en el estomago, al entrar su hijo de treces años agonizaba en los brazos de su madre, poco después murió en el hospital, el magistrado estaba destrozado. Un mes después las autoridades anunciaban la captura de los matadores del adolescente, eran tres jóvenes entre dieciocho y veinte años, dos de ellos habían sido puesto en libertad por el propio magistrado,  no había suficiente pruebas para mantenerlo en presión fue el veredicto. Cuando se los presentaron, sin mediar palabras el juez desenfundó su pistola y le disparó a los tres a quemarropa, al ser interrogado solo atino a decir" ninguno merecían vivir"

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