Algunos se quedaban fuera del pequeño apartamento y solo entraban para agarrar algo que tomar o para bailar, antes de llegar la hora de cantar Happy Birthday y cortar el cake.
Cantamos, comimos y luego los adultos comenzaron a bailar con los niños. En el fondo sonaba “El Florón”, más bien conocida como “Solimán” de Johnny Ventura. Y mientras zapateábamos vi como el amiguito cubano trataba de bailar mi música con su Mami. Le miré y le dije, “eso es merengue, es de Santo Domingo.” Sonrió. Y sin decirlo, el niño admitía que había algo muy especial en ser dominicano. Le sonreí de regreso, mientras en el fondo se escuchaba, “… ¡Por aquí pasó, Solimán! ¡Mira donde va, Solimán! …”
Antes de ayer recibimos la noticia que me remontó a este momento que comparto aquí. A un lugar y tiempo donde ser dominicano era desconocido. A un momento cuando no sabían de dónde era. Ahí, en ese momento como en muchos otros y para otros, Johnny Ventura y su música, me ayudó a construir el puente que necesitaba para identificar y emitir mi identidad. Una herramienta que por décadas requeriría, cada día, fuera de la Patria.
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Saludos a todos