EPO-.Haití es desde hace años el país más pobre de América. No obstante, existe un alto riesgo de padecer hambre, entre esta población la cual esta devastada por la concatenación de crisis, las malas cosechas influenciadas por los desastres naturales y la inflación del país.La ONU estima que casi 4 millones de haitianos, entre una población de cerca de 11,5 millones, padece inseguridad alimentaria. Un quinto de la población, cerca de dos millones de personas, se ha visto forzado a emigrar.
Mientras que la situación política en Haití ha sido sumamente inestable, polarizada y, como ha ocurrido en gran parte de la historia haitiana, la corrupción y la violencia siguen emponzoñando la cultura política del país. En consecuencia, será muy difícil poder lograr una estabilidad política duradera, requerirá tiempo y esfuerzos considerables.
Recientemente tuvimos el brutal asesinato del presidente haitiano Jovenel Moise, en su propia residencia y junto a su esposa, en el que parece haber sido un asalto organizado por un grupo de mercenarios bien armados, y ha causado el repudio del mundo entero.Este atroz asesinato nos muestra, una vez más, las debilidades de un Estado que, a pesar de las innumerables ayudas internacionales que han recibido a lo largo de muchos años por múltiples instituciones como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, varios gobiernos y organizaciones de las Naciones Unidas, sigue existiendo esa peligrosa frontera entre un Estado viable y uno fallido.
La situación de seguridad representa uno de los problemas más apremiantes experimentados por Haití en los últimos tres años. Así lo ha señalado repetidamente la Comisión, Haití se ha visto azotado por una violencia generalizada y creciente provocada por choques entre la fuerza política y grupos, bandas armadas ilegales, así como por el incremento del número de delitos tales como asesinatos, torturas, secuestros de personas y vehículos, especialmente en la capital, Puerto Príncipe. El impacto de violencia se ha generalizado y ha cobrado numerosas víctimas, entre las personas civiles y los miembros de la policía y las fuerzas del mantenimiento de la paz de las Naciones Unidad. Muchas veces estas violencias son motivadas por razones políticas, también han sido afectados defensores de derechos humanos, periodistas, jueces y otros grupos vulnerables.
Dentro de los factores que podríamos mencionar que han ido reforzando esas fuentes de violencia e inseguridad tenemos: insuficiencia de personal, recursos y capacitación de la Policía Nacional, otro de los factores que ha contribuido a la situación de inseguridad consiste en las insatisfactorias condiciones imperantes en las prisiones del Estado, que han dado lugar a hechos de violencias en las prisiones, así como a fuga de detenidos, que se han mimetizado con la población en general.
En conclusión, Haití tiene de todo: violencia, crimen organizado, pobreza extrema, falta de servicios básicos, salud, educación, infraestructura básica y mucho más.
Pero para resolver estos problemas se necesita manos dura y responsables, ponerlos en un orden que podrían hacer viable el irlos resolviendo y desenredando, pero si todo el político que pasa simplemente no hace nada por su país lamentablemente seguirá igual o tal vez mucho peor. Es claro que todo esto no se puede resolver en siete días, pero ¿Por dónde podemos comenzar?, Tras el terremoto de hace una década, la comunidad internacional hizo importantes esfuerzos para recuperar la infraestructura de Haití, pero, por ejemplo, hay aún áreas de difícil acceso, particularmente en invierno. El garantizar carreteras y caminos de acceso a todos los ciudadanos durante todo el año (algo que en otros países damos por descontado) es un primer paso hacia la seguridad del trabajo, la educación y la salud, pues permite que los productos de la tierra lleguen a los mercados, que los vehículos no sean destruidos por vías imposibles (lo cual hace que el transporte sea enormemente caro), que los niños y jóvenes lleguen a sus escuelas y los adultos a su trabajo, que los enfermos puedan ser llevados a los centros de salud y hospitales a tiempo.
El problema de Haití debe hacernos reflexionar sobre otros Estados de la región. Un claro ejemplo es el caso de Venezuela, el cual está enfrentando problemas similares, porque parece ser que la presencia de un Estado formal ya no existe en muchas partes del territorio, y las bandas criminales son las que reinan.
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