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¿Oficialismo pretendía “veedores” cómplices?

Raúl Pérez Peña (BACHO).
La renuncia de los “veedores” del Inabie, además de las graves irregularidades denunciadas, ha destapado el trato irrespetuoso a personas invitadas para servir como observadores voluntarios (no remunerados), de actividades medulares en varios ministerios e instituciones públicas.
Aún no responde el destinatario de la carta-renuncia,  ministro de la Presidencia, mientras curiosamente se publican declaraciones de subalternos y “bateadores emergentes”. (¿Agradeciendo favores o compelidos por circunstancias?).
El silencio del alto funcionario luce por contagio u obediencia a una pauta presidencial, pese a que soslaya, ante la luz solar, la sabiduría centenaria de que “quien calla otorga”.
(Si el ministro prefiriera hablar con hechos, favor no desacatar sentencias).
Mientras el destinatario no responda debidamente los concretos señalamientos de los renunciantes, se incrementará la creencia de que decenas de “veedores” de otros ministerios y dependencias gubernamentales atraviesan situaciones similares a la vivida por los renunciantes del Inabie.
No olvide el decreto presidencial que literalmente impone un zipper a los “veedores”, disposición atentatoria contra la libertad de expresión, que tampoco ha sido oficialmente desmentida.
Engendros despóticos como el citado, que muchos creían superados, sumados a las otras denuncias sobre el Inabie, es que provocan que resulte indetenible la avalancha de comentarios sobre las condiciones difíciles en que se desempeña el “veedor”.
Por eso es que emerge la pregunta de si el oficialismo pretendía exhibir la figura del “veedor” a condición de que actuara como un mudo, un sordo, una persona carente de olfato, o de tacto, para que no pudiera palpar lo que se ve y lo que no, en el funcionamiento de las instituciones gubernamentales o descentralizadas.
En otras palabras, un “veedor” sin voz, sin nariz, sin oídos y sin tacto para cumplir dignamente la misión encomendada, lo más natural es que se sienta como un cero a la izquierda.
La situación empeora si al “veedor” le mutilan del derecho a la palabra, en la concepción del apóstol José Martí: “La palabra es para decir la verdad no para encubrirla”.
En esas condiciones, entre ciudadanos con sentido común emerge la interrogante de si el oficialismo pretendía un  “veedor” cómplice ante irregularidades en la entidad asignada.
Entre tanto, queda la impresión de que los “veedores” fueron objeto de lo que llaman “una tomadura de pelo”.
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