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Un rebelde con causa que peleó hasta morir por un cambio político



Por Ramón Sanchez: Tenia yo entre 19 o 20 años, mi primo Carlos Grullon alias (el chino) se apareció de noche a mi casa tocando con insistencia la puerta trasera, aunque mi mamá no quería que me juntara con él le abrí, primo abra rápido dijo, en ese momento el era perseguido por una patrulla de la policía, despues que el entró, por precaución apagué la luz,  y me fui a sentar a la salita de la casa donde estaba mi madre y dos de mis hermanas, para ese entonces era yo un novato en eso de política, aun así, el primo me confió la entrega del periódico para que lo llevara a los demás compañeros. El se quedó en el cuarto con su pistola en la mano.

Después que el peligro pasó, el hombre se marchó por los callejones de Capotillo donde ambos vivíamos, todavía se escuchaban las pisada de sus botas tipo fadoc cuando mi madre me agarraba por las orejas y me la retorcía como le hacen a los burro, eso es pa que no te junto con El Chino dijo, acaso no sabe que a el lo busca la policía, y si tu anda con el lo van a matar a ambos, no viste lo que pasó a Germán Mateo el hermano de Rosa, a ese muchacho le dieron 17 tiros en una calles de Los Minas agregó. Germán era uno de su grupo añadió.

Dos días despues Chino me mandó un mensaje con su hermana. Que se ven frente a la farmacia del Moscoso Puello dijo la prima, dile que esta bien, casi en secreto me dijo la hora. Minutos despues nos juntábamos, yo andaba en una honda 50 con placa oficial por que trabajaba regando telegrama de la Dirección de Telecomunicaciones en la Isabel la Católica. El primo a pesar de ser contrario al gobierno trabajaba en minería. Cuando me detuve, el se monto en la parte trasera de la moto, vamos a llegar allí dijo el, recuerde que entro a mi trabajo a la 1PM y son casi las 10, no se preocupe, es por esa zona que vamos, yo me quedo por allá dijo, y usted se va a trabajar. Cuando arrancamos dijo, coge como si fuera para tu trabajo, así lo hice. Veinte  minutos mas tardes estábamos en Ciudad Nueva en una de las casa que están cerca del antiguo cementerio, acore el motor en la acera opuesta a la casa , a poco de desmontarse el primo tocó la puerta, una mujer joven y delgada lo recibió, es el chino dijo ella como si quisiera que la escucharan, de una de las habitaciones de la casa salió un hombre de unos treinta años, tenia porte de actor de novela de esa mexicana  que se en la tele, el joven llevaba bien recortado el cabello, mi primo y el se abrazaron, conoce a ese primo mio dijo el chino, cuando le dije mi nombre el desconocido dijo yo también me llamo Bienvenido. Minutos despues ambos nos marchamos, conduje hasta el parque y allí dejé al chino, despues de despedirnos me fui a mi trabajo. Años después mataron al grupo de  los Palmeros en el kilómetro 14 de las Américas y el primo me hizo saber que uno de esos hombres era el joven que el y yo habíamos visitados en la cercanía del cementerio de la Avenida Independencia, cuando vi su foto en el periodico me di cuenta que se trataba de Bienvenido Leal Prandy.
Traigo esta historia a colación porque muchas veces uno se topa con estos grandes dominicanos sin saber que son grandes héroes de la patria.


POR ÁNGELA PEÑA

Bienvenido Leal Prandy dejó dos hijas, ambas llamadas Silvia, que no conoció. La primera nació en Cuba el diez de diciembre de 1971, hija de Teresa Monteagudo, compañera sentimental del revolucionario en los años de su entrenamiento. La segunda estaba aún en el vientre de su esposa, Magaly Souffront de Leal, cuando él cayó en combate, el 12 de enero de 1972.
Uno de los momentos más emocionantes en la vida de Julia Leal Prandy, hermana que fue también madre que lo alimentó y cuidó cuando la pleuresía se llevó a su progenitora, fue conocer aquella muchacha de la que sólo tenía noticias por fotos y por el testimonio del padre cuando ella vino al mundo: “Julia, me nació una niña en Cuba, se va a llamar Silvia”, le confió. Las dos niñas cuentan con el amor de los Leal, pero hace cuatro años Julia no sólo experimentó el encuentro memorable con la sobrina que nunca había visto sino que tuvo la oportunidad de aclarar interrogantes, confirmar o desmentir versiones de la estancia de Bienvenido en la hermana antilla.
“¡Cuando yo vi esa muchacha no podíamos hablar ninguna de las dos. Se abrazó conmigo. Es igualita a nosotros!”, manifiesta luego de un sollozo que parecía interminable. Silvia ya tiene un hijo, Danielito,  y vive en Playa Santa Fe, en La Habana. Desde allá trajo la hermana predilecta de “La Chuta” tantas fotos que llenó dos álbumes. De sus conversaciones con Teresita pudo colegir que su hermano estuvo preso en aquel país. “Él dejó de ir un tiempo, se supone que cuando estuvo detenido”, dice.
-¿Es cierto que tuvo diferencias con el coronel Caamaño?- Responde de inmediato con un “Sí” rotundo pero enseguida aclara que “eso lo supe después, lo había oído, me lo dijeron, no es que la Chuta me lo dijo. Tuvieron problemas pero no sé detalles. Cuando fui a Cuba le pregunté a Teresita y me dijo que él se le desapareció, que no iba, estando ella embarazada, presumo que sería en ese trayecto cuando estuvo preso. Luego dijeron que habían estado presos por desavenencia con Caamaño”, significa.
Por haber vivido tan estrechamente ligada a su hermano desde que nació hasta que cayó abatido por todas las fuerzas militares balagueristas, Julia conoce con detalles la vida de ese pequeño que se llevó a su habitación para que no contrajera la enfermedad que le arrebató a la mamá y que, según los doctores Pérez y Pepín, de San Pedro, la criatura sobrevivió por un milagro. “Yo lo alimentaba con leche condensada y agua de arroz”,dice.
A Bienvenido le agregan un Silveira que no tuvo. Su padre lo llevaba, “pero era una incógnita, no supimos nunca si era otro nombre”. “Chuta” es un sobrenombre  “que le puso mi hermano Chichí”. Nació el 19 de diciembre de 1939, hijo de José Leal, comerciante portugués que adquirió fama en La Sultana del Este por su hotel San José y su barbería Lusitania, y de Silvia Filomena Leal.
Previo a este matrimonio, el emigrante estuvo unido a una dama santomeña con la que procreó cuatro hijos: “Yoyó, Jacinto, Pedro y Francia”. De Silvia Filomena fueron: Lusitana, asesinada por su esposo, Vicente Bengoa, que también se suicidó; Vasco, Pombal, Guillermo, Gabriel, María, Bienvenido (que murió de difteria), Nubiana, Julia, Carlos, Aurora, Portugal (el único de los varones que está vivo, reside en Miami), Luis Camois, Silvia, Amelia y Bienvenido Leal Prandy.
Recorrido de “La Chuta
“La Chuta” recorrió en su infancia y adolescencia la misma ruta que su hermana Julia quien, por haber estado casada en primeras nupcias con un agente de la Curacao, Manuel Pagán, vivió en Moca, Barahona, Santo Domingo y San Pedro de Macorís. Terminó bachillerato en el barrio de San Antón y luego de hacer amistades en la Isabel la Católica 62, Julia se alegró del traslado a Barahona porque ya el joven, que había trabajado en “La Opa”, tienda de equipos fotográficos, comenzaba a demostrar aversión al régimen de Trujillo. Tenía conocimiento del exilio de su hermano Guillermo que vendría en la expedición de junio de 1959 pero la embarcación se devolvió a Cuba y él se fue a Venezuela desde donde nunca ha regresado ni se sabe si vive. Bienvenido lo visitó cuando el presidente Joaquín Balaguer lo deportó en 1966.
“Chuta era de poco hablar, muy tranquilo, muy noble, jugaba voleibol y básquetbol”. Era bien parecido, según se aprecia en el afiche que conserva Julia. “En Barahona las mujeres querían pelear por él”. En aquella comarca, el esposo de Julia lo empleó en la factoría de la empresa donde trabajaba, “fichando las tarjetas de la trilladora que limpiaba el café”, como una forma de alejarlo del peligro Trujillista. Julia, sin embargo, no dejaba de oír por las madrugadas las estaciones extranjeras delatando los atropellos del régimen, lo que no era ajeno a Bienvenido que muy pronto quiso retornar a la capital.
En la Canela
La calle La Canela número 14 de Ciudad Nueva, donde vivió el guerrillero, fue comando en abril al que se integraron, además de “La Chuta”, “Oviedo, Arnulfo Reyes, Luis Parrish, Orlando Mazara, Homero Hernández, Papiro Lalane”, entre otros que recuerda Julia. Fue centro donde Chuta, Virgilio Perdomo y Ulises Cerón esbozaban la lucha. Fue escondite, el lugar donde se presentó al retornar de Cuba, y de inmensidad de allanamientos que se prolongaron hasta más allá de la muerte del aguerrido miembro de “Los Palmeros”. El último fue en febrero de 1973 cuando desembarcó la guerrilla de Caamaño. Entonces a Julia la apresaron e interrogaron.
Desde esa casa salió la sufrida hermana en 1965 al avisarle que a “La Chuta” lo habían herido “cuando empezaron a tirar de Los Molinos” y a ella iba y volvía en sus constantes visitas a Neit Nivar Seijas, entonces jefe de la Policía, a jueces y funcionarios cuando a su segundo esposo, Orángel Marcial Paradas Martínez, se lo llevaron como rehén en 1971 tras el asalto a The Royal Bank of Canada en que implicaban a “La Chuta” a quien la contienda bélica de abril dejó como recuerdo la cicatriz de una herida en una pierna y acentuada una afección renal que es tradición familiar. “El día del atraco estaba en el hospital Gautier con problemas en los riñones. Las monjitas del centro de salud estaban dispuestas a declarar”, refiere Julia.
Adoctrinar obreros de la región Este, principalmente del Central Romana, junto a Guido Gil, fue entonces la misión de Leal Prandy cuando cesó la guerra. Luego sería deportado al ascender Balaguer al poder. “Creo que viajó a Francia y después a Cuba donde se juntaron él, Amaury Germán Aristy, Virgilio Perdomo, Ulises Cerón y Caamaño”. Entonces sería “Benito”, nombre con el que firmaba sus postales clandestinas.
“Con una cabellera y un cuello de cura” regresó por Aruba a formar los  “Comandos de la Resistencia”. Julia lloró al reconocerlo en el armario donde la esperaba en la casa de La Canela: “¡Ay Chuta! ¿Por qué viniste? ¡Los han matado a todos!”, le decía. Pero, según narra, los próximos meses fueron “de normalidad, aunque vivían movilizándose: Virgilio tenía una crianza de perros dobberman, Cerón salía y Chuta y Magaly se casaron en el ensanche Ozama, todos fuimos a la boda”.
Fue después del asalto al Banco cuando se inició la persecución y el encierro de Leal en un escondite desconocido para Julia que se afanaba en lograr la libertad de su esposo y en hacer gestiones para salvar la vida de quien era como su hijo. “El hermano perseguido y el esposo preso. Me entrevisté con Neit Nivar y le dije que mi hermano no era un ladrón. Me dijo: ‘Le garantizo con mi vida que si se entrega no le va a pasar nada’. ¿Cómo?, le respondí, si no sé dónde está?” ¡Cuánto abuso se vivió aquí!”,  lamenta.
Julia, que nació el 21 de febrero de 1925 pero tiene lucidez envidiable, manifiesta que el día del enfrentamiento “fue terrible. Cuando Neit Nivar declaró por la prensa que cayeron La Chuta y Cerón todos comenzamos a dar gritos”, exclama ahogada en un río de lágrimas y expresa: “¡Treinta y cinco años y ese dolor no ha muerto! Al día siguiente nos entregaron el cadáver, en muy mal estado, quemado. Le dieron un tiro detrás, en la cabeza, la piel estaba totalmente quemada, estaba hinchado, casi irreconocible. Mi hermano Calín (Carlos) entró cuando lo estaban arreglando y salió grave”.
La calle
El 16 de diciembre de 2006 la comunidad de San Antón entregó a Julia una placa en memoria del “combatiente de primera línea y fiel defensor de los sagrados intereses del pueblo dominicano”. El homenaje se une al que le rindió el Ayuntamiento de Santo Domingo Este al designar con su nombre una calle del barrio Juan Bosch.  Otras dos calles le rinden homenaje en los sectores de Herrera y Los Pinos.

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