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EL DIA QUE LAS AVES ATACARON A NUEVA YORK.



EPO
-.Allá en la distancia se ven volando las aves.
Sigilosa se entrecruzan y parecen que se pierden en la distancia;
En realidad se preparan para adentrarse en un mundo extraño y sin forma.
De pronto...
Las veo... las veo como se acercan,
Oigo sus aullidos,
Y de su boca maldita empiezan a salir horripilante lenguas de fuego,
Entonces...
Mi voz comienza a vibrar,
Pero el habla no me sale,
Y la angustia se va metiendo entre mi rostro.

A mi lado oigo gritos,
Y oigo las aves como aúllan con aquel ronquido infamante
Y veo ante mis ojos como se va desplomando el World Center,
Y veo como caen los metales retorcidos,
Y veo gente que huye,
Y veo gente que tropieza y cae al pavimento,
Y veo gente que trata de levantarse pero mueren destrozada,
Y yo con mis miradas congeladas ni siquiera saco tiempo para tenderle una sola de mis manos.
Asustados veo en mi reloj como pasan las horas,
Y veo como el días se va volviendo ariscos y muy largos,
Tan largos que hasta creo que bajo mis pies hay una hoguera encendida,
Y después de tanto ver cosas horripilante siento que ya estoy perdiendo la esperanza.
Pero otra vez las oigo, las veo arrojando fuego por su boca grande y maldita
De pronto caigo sin sentido,
Al rato cuando empiezo a despertar
Escucho que ya en los altos del Manhattan blanquean
Las riberas de los ríos,
Lentamente me incorporo;
De nuevo abro mis ojos,
Y asombrado veo como un chorro de humo ennegrecido se pasea libremente entre el miedo y la migra.
Y en las calles;
En esas calles de Queen, de Brooklin y debajo del duro hierro de Manhattan y del Bronx solo se escucha el insistente ulular de las sirenas.
Y yo, yo con mi alma alicaída me lleno de entusiasmo,
Y grito, grito a todo pulmón, lo hago por que todavía estoy vivo, estoy vivo señor digo muchas veces y me persigno. 

Entonces me doy cuenta que todavía New York existe,
Y yo que pensaba que de él quedaba tan solo un hálito de vida.
Al rato vuelvo los ojos,
Y presiento que allá en lontananza hay algo que no aparta su mirada de mi.
Siento pánico,
Entonces siento tras de mí como un leve suspirar
Casi temblando volteo,
Y descubro que allá en Stated Island aun hay libertad,
La veo atenta, vigilante como un águila en acecho,
Pero presiento que sufre,
Presiento que quiere llorar con lágrima y no puedes,
Siento compasión por ella
Porque también conozco el sufrir,
Al rato me doy cuenta que estoy solo,
Solo agonizando en mí lecho
Pero yo no puedo hacer mucho,
No puedo señor, porque tan solo soy un inmigrante ilegal que apenas acaba de llegar.


11 de septiembre 2005

Ramón B. Sánchez 

Ese poema lo escribí en el hospital Brookdale de Brooklyn New York en el año 2005 donde estaba interno a cuatro años después de haber pasado el susto de mi vida en el 2001.

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